En un mundo definitivamente globalizado, la profesión jurídica ha dejado de circunscribirse en exclusiva al conocimiento y la práctica del derecho correspondiente a una determinada jurisdicción. Lejanos quedan ya los tiempos en que los abogados podían permitirse el lujo de ignorar qué estaba pasando más allá de las fronteras del país en que ejercían su profesión. Muy al contrario, los profesionales del derecho que hoy asesoran y representan a las empresas y entidades del sector público, tanto desde despachos profesionales como -muy especialmente- desde asesorías jurídicas internas, han de tener muy presentes las tendencias y novedades jurídicas que acontecen en otros lugares del mundo, bien por los intereses comerciales que sus clientes pueden tener en ellos, bien porque cada vez son más las normativas nacionales de otros países que surten efectos extraterritoriales, o bien, simplemente, porque muchas de esas tendencias acabarán, de un modo u otro, afectando al escenario jurídico-económico en que operan sus clientes. En definitiva, la economía tiene hoy un carácter esencialmente transfronterizo y, en consecuencia, también lo tiene el derecho de los negocios.