
Hace unos días, iba charlando con un amigo por Majadahonda. De pronto, un coche rojo desapareció delante de nosotros.
Un susto más en esta época en la que no ganamos para sustos. Y es que no sabemos cuántas olas nos quedan, ni cuando nos vacunaremos. Mientras unos no se fían de la vacuna, que no les hará inmortales, otros se saltan la cola del sanatorio ―porque son imprescindibles—. ¡Para colmo llegó Filomena!
Ahora dicen que nos bombardean con el virus. Han publicado ya que este año cae, por fin, el fin del mundo. Hasta sabemos que el maya que predijo el cataclismo para el 2012, era disléxico. Quería decir el 21.
Siempre hay una buena razón para el apocalipsis: la superpoblación, las vacas locas, el clima…
Al final, es nuestro narcisismo de siempre. La ilusión de que el mundo se acabe con nosotros.
Todas las generaciones, milenaristas, anabaptistas y hasta terraplanistas. Todos convencidos de ser los últimos.
No hay día que no se acabe el mundo. Y cuando amanece otro día, siempre hay una explicación.
Y el miedo paraliza. Mucho más, si esto se acaba. ¿Para qué hacer nada más?
A esperar en casa, confinados con una buena serie. A esperar a la traca final, el fin de los tiempos, el fin de la historia, o el asteroide…
Pero la Humanidad ha sufrido ya muchas pestes homicidas, limpiezas étnicas, revoluciones… y para una pandemia, estamos ahora mejor que nunca.
Hace cien años el porcentaje de mujeres que morían en el parto era mayor del de morirnos ahora de Covid. Nuestras abuelas no dejaron de parir… y ¡aquí estamos!
Por eso, aunque estemos todos un poco majaretas, dejemos de dramatizar y de quejarnos. Seamos responsables. Trabajemos. Cuidémonos y cuidemos sin pasar de largo. Sin hacer muchos planes para no tener que cancelarlos.
Confiemos en el futuro, sin creernos todo lo que digan.
Queda mucho que aprender.
Qué pena si lo único que hubiéramos sacado de todo esto fuera, al final… que salimos vivos.
Javier Zapata, Secretario General Emisores Españoles. Socio Fundador True Governance