
El pasado sábado falleció Gonzalo Jiménez-Blanco. Ante esto, y ante su larga enfermedad, los sentimientos intensos se agolpan y se hacen muy dificiles de describir.
Desde luego, no es fácil exagerar – para todos los que tuvimos la suerte de trabajar con él o de, simplemente, coincidir en su camino por la vida- lo que Gonzalo significa para nosotros.
Hemos leído estos días muy sentidos homenajes. A todos ellos nos sumamos, y sin embargo, todos ellos ponen de manifiesto la imposibilidad de fijar en palabras, en un texto, lo que sentimos ante esta pérdida.
Gonzalo es de esas personas que recuerdas de forma espontánea, siempre con ocasión de alguna manifestación suya de inteligencia, de cordialidad, de buen corazón, de sencillez, nada de ello reñido con el profundísimo rigor y coherencia, tanto en lo personal como en lo profesional.
No hay tantas personas que, de esta manera inadvertida, formen en realidad, parte de la vida de otros.
Algunos de nosotros tuvimos- debemos insistir en ello- la suerte de trabajar con él precisamente en el momento en que iniciábamos nuestra carrera profesional, ese momento en el que se fijan conceptos, criterios y principios que deben cimentar nuestra forma de actuar y a los que recurriremos en nuestra vida profesional.
Es en esos momentos iniciales cuando es aún más importante el ejemplo. Gonzalo nos inspiró al ver y vivir una realidad en la que el actuar correctamente, con rigor, inteligencia y bondad es realmente una opción y produce los mejores resultados para todos. También, nos enseñó con su ejemplo, que valorar a las personas por lo que hacen, con el afecto y la dedicación que siempre ha transmitido Gonzalo, sirve para promover en todos las ganas de hacer las cosas bien.
Algunos también hemos coincidido con Gonzalo profesionalmente, unas veces en el mismo lado y otras en el opuesto, pero siempre mostró la misma cara: la del compañerismo, la lealtad y el respeto.
Otros le hemos pedido su criterio en importantes decisiones personales y profesionales, que incluso, ya muy avanzada su enfermedad, en su casa o por whatsapp, no dudaba en darnos, siempre con buen tino y sobre todo con naturalidad, vitalidad y optimismo.
Todo son efectos positivos que, desde el corazón, agradecemos a Gonzalo y agradeceremos siempre.
Su carrera profesional es, por otro lado, una manifestación más de todas estas cualidades. Y la multitud de emocionadas reacciones ante su pérdida, una manifestación de cómo alguien así impresiona directamente a quienes viven o trabajan a su alrededor.
Por tanto, siendo conscientes de lo limitadas que son las palabras, no queremos dejar de mostrar a la familia de Gonzalo nuestra más sentida admiración y cariño. Un abrazo muy fuerte para ellos.
Alberto Calles, Antonio del Campo, Eduardo Muela, Víctor Rodríguez e Ignacio Santillán