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“Creo que la ley más importante con diferencia de todo nuestro código es la de la difusión del conocimiento entre el pueblo. No se puede idear otro fundamento seguro para conservar la libertad y la felicidad. [… ] Aboga, mi estimado compañero, por una cruzada contra la ignorancia; establece y mejora la ley de educar a la gente común. Informa a nuestros compatriotas [… ] de que el impuesto que se pague con el propósito [de educar] no es más que la milésima parte de lo que se tendrá que pagar a los reyes, sacerdotes y nobles que ascenderán al poder si dejamos al pueblo en ignorancia”. 
Thomas Jefferson

Christmas Blues

Un año más volé el día 24 de diciembre camino de Francia para pasar la Nochebuena con la “belle famille” –delicioso eufemismo del idioma francés para referirse a la familia política- que hace ya años se jubiló en el Dauphiné en el triángulo entre Lyon, Chambéry y Grenoble. El paisaje pre-alpino mantiene todavía la fisonomía de lo que fue el feudalismo en Europa, allí siguen en pie los “chateaux” de los señores feudales  y los campos alrededor que labraban sus siervos. El paisaje urbano se conforma por pequeñas ciudades que tuvieron su esplendor desde los tiempos en que  Lyon tuvo el monopolio del comercio de la seda y que hoy lucen “deslucidas” con sus fábricas cerradas, sus fachadas sucias y sus centros urbanos llenos de negocios vacíos. La deslocalización textil terminó con ellos y les convirtió en ciudades dormitorio de Lyon, en la Francia de los “lotissements” que se levanta muy pronto todas las mañanas y conduce en sus viejos, muy contaminantes y poco bo-bos (bourgeois bohème) vehículos muchos kilómetros para llegar al trabajo. 

La A-43, autrefois llena de coches de gran cilindrada con todas las matrículas europeas –del Reino Unido incluidas- cargadas de sonrisas rumbo a los Alpes no tienen casi tráfico bo-bo  este año y es que hay poca nieve y para esquiar “hay que subir muy alto” este año. Como cuando yo era pequeño que para esquiar había que “estar muy alto” también. 

Al salir de la A-43, mi suegra me pide que coloque el “gilet jaune” en el salpicadero y que sonría a los “gilets jaunes” para que nos dejen pasar. Efectivamente, no hay Papa Noël en rojo pidiendo el aguinaldo y allí están los “gilets jaunes” de amarillo el día de Nochebuena en su rotonda. No son los “gilets jaunes” que había visto por televisión sino personas que salieron a la calle en protesta del anuncio de subida de los impuestos a los carburantes de sus contaminantes vehículos y que transpiran que un día fueron clase media y que hoy se han empobrecido y que viven en territorios “abandonados”. ¿Las víctimas de la globalización? ¿Los trabajadores que pagan para mantener un estado de bienestar que no les llega a ellos y en el que otros tienen subsidios sin trabajar y que siguen trabajando, levantándose cada mañana y viendo su poder adquisitivo mermar y que han quedado fuera de los nuevos trabajos de la nueva economía en lugares que no saben o no pueden encontrar su lugar en el nuevo mundo? 

Mientras, al sur de los Pirineos se acaba de regular por Ley Orgánica el derecho a la desconexión digital en el ámbito laboral para que “los trabajadores y empleados públicos tengan derecho a la desconexión digital a fin de garantizar, fuera del tiempo de trabajo legal o convencionalmente establecido, el respeto de su tiempo de descanso, permisos y vacaciones, así como de su intimidad personal y familiar” con modificación del artículo 20 del Estatuto de los Trabajadores incluido. Un derecho muy “bourgeois bohème” dirían los “gilet jaunes” ya que para desconectarse digitalmente habrá que estar conectado o, para empezar, tener un trabajo. Y para eso, mucho antes,  el programático “derecho a la educación digital” también incluido en esa Ley Orgánica debería ser real, posible y efectivo: la ley establece que el sistema educativo garantizará la plena inserción del alumnado en la sociedad digital, obliga a que se incluya en el plazo de un año las competencias digitales en el bloque de asignaturas de libre configuración y que el profesorado reciba competencias digitales y formación necesaria. 

Simultáneamente, el Gobierno planea implantar la llamada ‘tasa digital’ o ‘tasa Google’ a las grandes compañías digitales para poder financiar pensiones y estado de bienestar pese a  que el avance del estudio de impacto de la propuesta de impuesto sobre la economía española evidencia que la traslación del impuesto a lo largo de la cadena de valor será devastador para el incipiente ecosistema que  forman pymes,  usuarios y consumidores que usan de las plataformas digitales y ello sin hablar del impacto que tendrá para la atracción de inversión y talento digital. Porque los afectados por la anunciada tasa no saldrán a las rotondas con su chaleco amarillo sino que, simplemente, no vendrán o  -peor aún-se irán. 

En el día de los Santos Inocentes mi carta a los Reyes Magos es que nadie se quede encasillado como perdedor o ganador de la nueva economía digital, como “bo-bo” o “gilet jaune” –si se me permite simplificar un problema tan complejo- y que abramos un diálogo donde tal vez concluyamos, ese es mi deseo, que el Gobierno no puede exigir más impuestos si la riqueza no aumenta y que las grandes compañías digitales aportarían mucho más ayudando a hacer efectivo ese “derecho a la educación digital” que pagando nuevas tasas. Tal vez así, las rotondas se vaciarán de residentes de los “lotissements” de la periferia con “gilet jaunes” y los centros de las ciudades de la vieja Europa dejarán de ser reductos de “bo-bos” y visitantes cual chateaux de los señores feudales del Dauphiné medieval. 

Las rebeliones no se hacen por menudencias, pero nacen por menudencias” (Aristóteles).
28 de diciembre de 2018. Día de los Santos Inocentes. 

© Javier Fernández-Samaniego, 2018
javier.samaniego@samaniegolaw.com

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Sobre el autor

Javier Fernández-Samaniego

Javier Fernández-Samaniego

Socio Director de Samaniego Law, despacho de abogados especializado en resolución de conflictos y derecho de las nuevas tecnologías. Miembro del Consejo Académico de Fide

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