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¿Cómo se sienten las gentes del mundo cultural?

El mundo cultural, además de abundante en vocación y amor por su trabajo, es un mundo de gentes guerreras que pueden liderar con su ejemplo la reconstrucción de España.

La Cultura es absolutamente dependiente de aquellos que la protegen y la potencian: depende del creador y su inspiración, del mecenas y su financiación, del público y su admiración, del gestor y su administración, de los conservadores y de los restauradores y su cuidado… Y la Cultura también depende, para expresarse libremente, del contexto y ambiente en el que se desenvuelve. 

Resulta evidente que la Cultura no tiene autonomía financiera y por ello históricamente ha necesitado que el dinero que la sustentaba llegara desde los bolsillos de terceros, y no sólo para pagar los servicios de los propios artistas sino también los materiales, los edificios, los archivos, la difusión, etc. En ocasiones todo ello ha sido posible gracias a la participación popular y fueron frecuentes las cuestaciones y el apoyo mediante el trabajo personal; nos sirve como ejemplo la construcción de las catedrales góticas. 

Habitualmente el apoyo a la Cultura ha procedido de los poderosos pues a su excedente económico se unió su deseo de permanecer en el recuerdo para la posteridad a través de sus retratos o de referencias de sus nombres en buenas acciones. A menudo financiaron la Cultura siguiendo su gusto estético y las modas de la época, lo que dio lugar a distintos estilos que se estudian en la Historia del Arte. 

Junto a los poderosos se unieron otros con fuerte capacidad económica como la Iglesia o el Estado, que añadían en su apoyo objetivos generales ligados a la veneración divina y a la identidad de los pueblos. 

La Cultura, pues, ha dependido de otros. No hubiera subsistido por sí misma porque ella no es rentable individualmente, si bien ha ayudado a crear todo un sector económico -las denominadas industrias culturales- y a desarrollar otros como el del turismo. 

En este tiempo moderno donde el Estado del bienestar provee a la sociedad de cuanto necesita, la actuación en apoyo del mundo cultural por las Administraciones Públicas resulta aún más indispensable. Por un lado, ellas son las titulares de la mayoría de las infraestructuras culturales. No existen museos económicamente autosuficientes en el mundo y por ello casi todos son de titularidad pública. Pero además las Administraciones Públicas tienen encomendada por los ciudadanos la tarea de llevar a cabo una política de fomento, impulso, acrecentamiento y preservación de la Cultura porque la iniciativa privada resulta muy insuficiente. En esta línea impulsan actividades culturales mediante la elaboración de normas de obligado cumplimiento, subvenciones, colaboraciones, promociones, etc. 

Como consecuencia del confinamiento y de la crisis económica que ha provocado el Covid-19, aquellos de quienes depende la Cultura (creadores, mecenas, público, gestores y Administraciones Públicas) centran sus prioridades hoy en la supervivencia personal y familiar, la obediencia a las normas del gobierno y el diseño de estrategias para incorporarse a la actividad. 

¿Se ha abandonado a la Cultura en este tiempo de confinamiento? En mi opinión, al principio de la pandemia, sí se la ha abandonado. Es cierto que se tuvo en cuenta su existencia y se ofreció y consumió Cultura gratis por las redes en formato digital y que muchos artistas contribuyeron con su ejemplo y sus aportaciones, muy bien recibidas desde la sed de entretenimiento, gracias al trampolín de su fama, con la fuerza de una imagen capaz de llegar a muchos. Pero aquello fue un episodio breve que ayudó puntualmente a una sociedad que se recluía y que ofreció una percepción errónea de que la Cultura debía ser gratis. El propio gobierno español olvidó la gran dependencia y fragilidad ya citada del sector y tardó en recordar que dentro de él hay muchas personas (700.000 empleados) que el año pasado habían contribuido con el 3,2 % del PIB a generar riqueza y que se estaban sintiendo desvalidos. Además, el público se había retirado de los centros culturales como de todas partes, pero hay que ser consciente de que en este sector tarda mucho tiempo en volver, porque las artes y los espectáculos precisan de un estado anímico en las personas y en la sociedad diferente al necesario para acudir a adquirir o disfrutar de otros productos. 

Los artistas y gestores culturales españoles expusieron la necesidad de adoptar medidas urgentes y elaboraron el Documento llamado 52 Medidas Extraordinarias. También presionaron con una huelga que se denominó Apagón cultural ante la ausencia de apoyos concretos. Ahora intentan volver a la actividad durante este paréntesis forzado de limitaciones de aforo y mascarillas, mientras esperan que las ayudas anunciadas en el Real Decreto-Ley 17/2020 de 5 de mayo sean una realidad y la verdadera normalidad llegue pronto, al menos para la próxima temporada. 

Uno de los esfuerzos más importantes se centra en recuperar a los visitantes a los museos y a los espectadores de conciertos y teatros, también hay que recuperar el contacto con el genio del creador, la magia del músico o el movimiento del bailarín… De manera inmediata nada de esto va a suceder fácilmente. Será necesario tomar medidas sanitarias y ser imaginativos en los formatos de exhibición para asegurar la salud de las personas y evitar riesgos de contagios, manteniendo, al mismo tiempo, la calidad del encuentro íntimo con la obra artística. Todo ello requiere dedicación y la financiación que los nuevos formatos precisan. 

El mundo cultural vive preocupado, pero va a sobrevivir: “el teatro nunca muere”. En este paréntesis entre la época pasada de confinamiento y la normalidad tras la pandemia, se deben ensayar fórmulas y ofrecer mayores opciones para atraer al público. Algunos ejemplos de ellas pueden ser la organización de visitas especiales en horarios de poca afluencia, la programación de actividades en espacios abiertos, la asistencia a ensayos, los encuentros con los artistas, las visitas a zonas restringidas como las escenografías, los talleres de restauración, los camerinos de maquillaje, los depósitos de vestuarios, los almacenes de obras… 

Esta misma semana se puede asistir a un autocine en el norte de la ciudad de Madrid, en dos semanas abren los museos estatales y a partir del 9 de julio se inicia la programación del Festival Internacional de Música y Danza de Granada en los jardines de la Alhambra. Son ejemplos evidentes de que la actividad arranca. 

Además de apoyar una nueva oferta, las Administraciones tienen tres vías de fomento muy importantes que deben ser conocidas mediante campañas específicas: las nuevas desgravaciones fiscales al mecenazgo, el sistema de dación de obras en pago de impuestos y la publicidad institucional. Ésta última ya se está iniciando para atraer turismo a España este mismo verano. Conviene recordar el potencial patrimonial y cultural repartido por toda la geografía de nuestro país como elemento de atracción que debería ser utilizado por el Instituto de Turismo de España (TURESPAÑA). Y utilizar en la imagen la obra de un artista español como sucedió en su día cuando utilizó para su propia marca una pintura de Joan Miró. 

En estos momentos existen dos grandes preocupaciones: la definitiva derrota del virus asesino -un rebrote al inicio de la próxima temporada sería demasiado duro para ser soportado por un sector ya de por sí débil- y la capacidad del gobierno de la nación para hacer llegar las ayudas prometidas. 

El mundo cultural, además de abundante en vocación y amor por su trabajo, es un mundo de gentes guerreras que pueden liderar con su ejemplo la reconstrucción de España. Es también un mundo que nos pertenece a todos. La Cultura nos dota de sabiduría y puede generar la aparición de un espíritu de reconciliación muy necesario ante la confrontación que se está induciendo desde la clase política en la sociedad. La defensa de la Cultura común de España podría ser uno de los pilares de la unidad que los nuevos y recios tiempos requieren. 

Madrid, 29/05/2020.-

Miguel Ángel Recio Crespo

Gestor cultural y escritor.

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