
El pasado 29 de marzo de 2022 celebramos en Fide, en el marco del Foro Lecciones de Historia: Hombres, hechos y relatos, la sesión sobre El Arte de Gobierno de Felipe II y la Campaña de Lepanto.
Fide convocó esta sesión con el objetivo de analizar los principales juicios sobre lo que pudo ser (desde el punto de vista de los historiadores) un ejemplo del peligro o de la virtud de seguir una política fundada en principios religiosos, una hábil estrategia, un modelo de realpolitik, o un disparate.
La batalla de Lepanto (1571) tiene lugar al final de un periodo particularmente crítico en el reinado de Felipe II. Desde 1568 en adelante al rey se le acumulan los problemas: revuelta de los moriscos del reino de Granada (1568); tensión con Inglaterra a causa de la captura en el Canal de la Mancha de un dinero enviado a Flandes (1568); rebelión de los católicos ingleses que reclaman el auxilio del rey de España (1569); ofensiva otomana que culmina en la toma de Chipre (1570)…, y a todo ello se añade el coetáneo despliegue del ejército en Flandes con el que se pretende acabar con la revuelta allí surgida. No es, pues, fácil tomar decisiones en este contexto. El monarca debe ser capaz de poder tratar a enemigos y aliados en función de intereses que no siempre resultan aceptables para todas y cada una de las partes que componen sus dominios europeos. Lo que sí parece indudable es que por una vez la amenaza turca alcanza tales proporciones como para ser capaz de poner de acuerdo a tres potencias católicas (España, Venecia y el Papado) para combatirla. Los intereses de cada socio son no obstante diversos. A Venecia le afectan especialmente los de orden económico. España y los territorios italianos (Nápoles, Sicilia) temen por su propia integridad territorial y la seguridad de la navegación. Pio V encarnó un ideal de una Cristiandad (o República Cristiana) unida bajo el liderazgo del papado, tanto en el frente meridional contra el Turco, como en el septentrional, contra la herejía. De hecho, fue el Papa el que solicitó a Felipe II a actuar en ambos frentes a la vez.
La victoria militar de 1571 fue indudable desde este punto de vista. Por vez primera desde la caída de Constantinopla (1453) un ejército cristiano infligía una sonora derrota a una fuerza otomana. Desde otros puntos de vista el panorama ya no es tan halagüeño. La Liga se deshizo con la misma velocidad con la que se rehízo la armada turca, capaz en 1574 de tomar Túnez. Felipe II entendió la urgencia de atender en esta precisa coyuntura el frente meridional y actuó en consecuencia. Amén del rédito reputacional, el monarca se aseguró también sustanciosas contrapartidas financieras, como en efecto lo fueron las concesiones papales (cruzada, subsidio, excusado) otorgadas al día siguiente de la firma de la Liga (20 de mayo de 1571).
Lecturas recomendadas:
- M. J. Rodríguez-Salgado, Felipe II, el “Paladín de la Cristiandad” y la paz con el Turco, Valladolid, 2004.
- Manuel Rivero Rodríguez, La batalla de Lepanto. Silex, Madrid, 2008.