En recuerdo de Ramón Casas

"Estas maneras que tiene la muerte a veces de arrebatarnos a los seres queridos a traición, sin tiempo para hacerles llegar nuestra amistad, nuestra gratitud , nuestra devoción, obliga ahora ya tarde a dejar testimonio de ello."

La cruel frecuencia con que la pandemia nos ha enfrentado a la muerte en condiciones dramáticas nos hace olvidar que a veces la muerte nos visita sin avisar, sin hacer ruido, con una tranquilidad pasmosa pero no menos hiriente. Así se nos ha ido, mientras trabajaba en el despacho de su casa barcelonesa, nuestro queridísimo Ramón Casas, con apenas 64 años.

Era Ramón Casas una de las personas que mayores afectos y admiraciones concitaba. Todo el mundo le quería, todos le reconocíamos un magisterio en Derecho de autor al alcance de muy pocos. En un entorno, como la propiedad intelectual, donde convergen intereses contrapuestos de apasionadas beligerancias, él hablaba y escribia y opinaba sin estridencias, con autoridad. Y nadie le atacaba.

Las sesiones de FIDE en las que Ramón participaba con cierta asiduidad dan fe de con cuánta serenidad de ánimo y templanza sorteaba la acritud de los debates más enconados, sin perder nunca la sonrisa.

Compartía Ramón su sabiduría con una generosidad apabullante, pero sin hacer notar su superioridad intelectual, no exigiendo pleitesía ni pasando factura. Vivía su condición de profesor, a la que fue siempre fiel sin dejarse tentar por otras veleidades, al modo que Borges quería, como sl la clase fuese una obra en colaboración: quien la imparte no es menos importante que quien la recibe. Así nos sentíamos ingenuamente cuando le escuchábamos. Y dejó un recuerdo imborrable en varias generaciones de Jueces a los que formó, en beneficio de todos, en sus diez años de docencia en el Centro de Estudios Judiciales, desde lo alto del Tibidabo.

Era Ramón Casas el alma de ALADDA, la rama española de ALAI, asociación dedicada a los derechos de Autor de poderosa raigambre historica, con la que todos estamos en deuda. Ramón presidió la Asociación suguiendo la estela de otros grandes nombres, como Antonio Delgado o Diego Espín, que tampoco están ya con nosotros.

Estas maneras que tiene la muerte a veces de arrebatarnos a los seres queridos a traición, sin tiempo para hacerles llegar nuestra amistad, nuestra gratitud , nuestra devoción, obliga ahora ya tarde a dejar testimonio de ello. Al menos Rosa María, su viuda, sabrá que no está sola en el desconsuelo.

Por Antonio Castán, Consejero Académico de Fide

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6 comentarios

  1. Que poco pude disfrutar de tu gran sabiduría jurídica. Fuiste un ejemplo de rigor y de honestidad. Abrazo amigo y desde el cielo procura seguir influyendo en que el buen criterio prevalezca. Tu amigo Kike.

  2. Ramón, gracias por transmitir esa pasión por el Derecho pero, por encima de todo, por tanta bondad e integridad. Tu recuerdo permanecerá siempre. DEP.

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