“La mayor desgracia de la juventud actual es ya no pertenecer a ella”
Salvador Dalí

Los centros de excelencia –como el Harvard Law School – tienen, un magnetismo especial y su “magia” no surge tanto de su arquitectura o de sus famosas aulas diseñadas para fomentar el debate, la creatividad y el trabajo en equipo sino de la búsqueda de la excelencia que nos auto-impone y que nos obliga a dar lo mejor de nosotros mismos. Lo experimenté el verano de 2016 como alumno de su Instituto de Negociación y volví a experimentarlo de nuevo el pasado viernes 7 de abril esta vez teniendo el honor de poder hablar a sus estudiantes en un almuerzo-debate sobre arbitraje internacional.
Pero lo más inspirador de mi jornada en Harvard ocurrió cuando, tras terminar mi cena en un restaurante de Harvard Square y despedirme del profesor español con el que impartí lección, pedí mi “Uber pool” para regresar a mi hotel en el centro de Boston.
Los pasajeros con que compartía “pool” ocupaban ya los asientos de atrás así que me senté al lado de Maha, nuestra joven conductora. El trayecto transcurrió en silencio hasta el Hyatt Regency al lado del rio Charles donde se bajaron los pasajeros del asiento de atrás. Para entablar conversación pregunté a Maha de dónde venía su nombre y –no sorpresivamente ya que todos mis conductores desde que había llegado a Boston eran haitianos o marroquís- Maha me dijo que era de Rabat.
Maha ha vivido los últimos tres años en Estados Unidos, ha hecho un post-grado en Boston y trabaja en el equipo de ventas de una empresa tecnológica que provee soluciones de voz sobre IP y sistemas de video conferencia. Le encanta España y pasamos del inglés, al francés y español–si yo hubiera podido asumo que también al árabe- durante todo el trayecto. Es viernes por la noche y Maha aprovecha para sacar un dinero extra conduciendo con Uber y aunque está feliz en Estados Unidos quiere volver a Marruecos y mejorar su país donde ve un sinfín de oportunidades.
Maha tiene 23 años.
Nació el año en que yo empezaba a trabajar como joven abogado. Ese año Montxo Armendáriz adaptó al cine la novela de José Ángel Mañas “Historias del Kronen” que para muchos fue el retrato de la “Generación X” y de la juventud española de los 90, una generación supuestamente desencantada que no encontraba su lugar en el mundo.
“Kronen era un Madrid visto a través de la ventanilla de un coche que circula por la Emetreinta” dijo Mañas. Supongo que parecido al Rabat que se verá hoy desde la “Autoroute de counternement” y, dependiendo con que ojos se mire, los de todas las ciudades vistas desde su carretera de circunvalación.
Esas carreteras de circunvalación son muy distintas al Boston que Maha ve a través de la ventanilla de su coche mientras “hace Uber” y no porque el paisaje no sea parecido –que en algunos tramos podría serlo- sino porque Maha mira – con sus 23 años- mucho más allá y se esfuerza porque sus sueños se cumplan.
Tampoco es porque los “Millennials” o -considerando el año de nacimiento Maha- los “Generación Z ” sean mejores que la Generación X porque aunque en los noventa los jóvenes no podíamos ni imaginar que una forma de ganar dinero extra sería haciendo unas horas con “uber” hacíamos el equivalente –en mi caso poner copas en un bar de copas de ese Madrid de los noventa mientras estudiábamos- aunque, eso sí, soñando en pisar algún día la Universidad de Harvard.
Y es que metamorfosis y cambios irreversibles al margen –que de eso trata este blog-, lo esencial no cambiará mientras los seres humanos seamos capaces de soñar y sacar lo mejor de nosotros mismos por deprimentes que sean las autovías de circunvalación de todas las grandes ciudades del mundo incluso aunque en algún momento de nuestra vida pensemos que no saldremos de ellas.
PD: Artículo publicado con la autorización de Maha Hajaj, mi “Uber driver” de la noche del 7 de abril de 2017.
© Javier Fernández-Samaniego, 2017
javier.samaniego@samaniegolaw.com